Habitar lo inhabitable
Ésta es una Plaza!
Instalaciones: Ramón González Palazón (esp) y Genadzi Buto (blr)
Proyección: Paulius Sliaupa (lit), Jan Locus (bel), Przemek Węgrzyn (pol), Enar de Dios Rodríguez y Terra Kitoko (bel)
La ecología, la preocupación por el terreno, los paisajes y sus recursos, ha conseguido articular el eje de los debates y preocupaciones políticas, económicas, científicas, pero también simbólicas y sociales de los últimos años. Y es que siempre que un cuerpo camina o discurre por un entorno, abierto o cerrado, más o menos abigarrado, un espacio queda ocupado. Este ocupar, no obstante, conlleva dos procesos. El primer ocupar es siempre físico, palpable. Deja rastros y huellas y es fácil de identificar. Pero hay un segundo proceso, simbólico, que tiene que ver con el habitar: pasear el paisaje, vivirlo, pensarlo y soñarlo. Aunque, también, invadirlo. En un mundo con dificultad de habitar lo ya asumido como inhabitable, la selección de instalaciones y vídeos exhibidos y proyectados en ¡Esta es una plaza! permiten imaginar otras formas de pensar el paisaje y, por tanto, de pensarse en su propia relación con el paisaje.
Los vídeos de Genadzi Buto y Ramón González Palazón guardan similitudes en su manera de afrontar o postular sus relaciones con el paisaje. En Despite the darkness (2021), de González Palazón , asistimos al imperceptible rastro de una hormiga, de los cuerpos pequeños que están allí, alrededor de nuestra ignorancia, a nuestro pesar. No obstante, un cambio en la mirada, esto es, en la cámara, en la luz, y en el detenerse de una mano anónima, altera la relación que mantenemos con esos seres. Aquella mano, y su extensión en un lápiz, sigue la sombra que deja la hormiga. La recorre con paciencia y cautela, con cierta distancia y disimulo, hasta que el recorrido de la hormiga se hace visible, tangible. Pero este dibujar del paisaje ignorado nos devuelve, sin embargo, un laberinto del que quedamos presos. No sabemos quién relata ahora, si la hormiga o la mano que la sigue. Ni a quién le pertenece ese laberinto, si a la hormiga que huye o a nuestra aflicción que lo habita. No obstante, incluso la densidad del trazado no termina por acallar la plácida luz que por sus grietas asoma. Dentro del abismo, dice el artista, “se abre paso la luz que, a pesar de la oscuridad, permanece inseparable”.
Por su parte, la mano de Buto , en Too big drawing (2021), apoya también la inquietud de un lápiz sobre un folio en blanco. Pero el recorrido que traza este segundo se aleja de la precisión de la anterior escena y recuerda al vasto despliegue del viaje, en el que los límites se desdibujan y el lápiz se desliza vigorosamente por la superficie. Primero, del estudio, pasillo y edificio que habita. Después, el exterior, en una veloz e ininterrumpida marcha en la que la superficie de grafito interactúa con las texturas de los distintos objetos: recepciones, estudios, cafeterías, aceras, parques, veredas, piedra, hierro, plástico y cemento son algunos de los materiales que acogen el viaje de este dibujante, que parece descubrir en su camino también aquellos parajes deshabitados, unos sobrantes de actividad humana y otros libres de sus excesos.
Salimos de la precisión y del estudio para dejarnos embelesar por la contemplación de Jan Locus. En Masters of the Land (2014), el artista retrata el paisaje de una Moldavia sumida en un proceso de industrialización, tras su separación de la URSS, pero que, como explica él mismo, ha visto morir sus tierras por un plan económico que ni siquiera compensa las necesidades de los terratenientes. Un halo de silencio recorre los planos generales que alternan la vista de un majestuoso paisaje, en el que predominan las laderas ceniza que han visto interrumpido su trazado por la ambición de unas máquinas anónimas que perecen como ruinas. Tan sólo unos breves espacios urbanos, casi vacíos de actividad, y los textos del poeta húngaro Ferenc Juhász y de la chamana Kyrgys Khurak, interrumpen el tímido discurrir de las imágenes.
Przemek Wegrzyn se decanta también por el retrato del paisaje europeo en Piko i Brunatny (2021), pero el tono y el relato adquieren otros tintes incluso más sombríos. “Imagina una tierra lejana donde todo resplandece”, le dice el que parece un padre a su hijo, en un viaje de recuerdos apaciguadores, pero en el que la cámara propone un viaje en carretera en el que los densos bosques europeos ceden ante la pesadez de las chimeneas de las centrales térmicas y nucleares; los palos de tensión eléctricos cortan en pequeños fragmentos enrejados el cielo; y las llanuras fallecen desérticas por el agravio bajo un manto de nubes cargadas de un agua que no sueltan. Aquel paisaje desnutrido es referido, precisamente, como el monstruo de los cuentos infantiles.
De llanuras y paisajes helados, registrados también en clave de un recuerdo velado, hablan las estructuras y formas minimalistas de The monk (2021), de Paulius Sliaupa, obra en la que la cámara se desliza con suma precisión sobre una serie de escenarios en los que las extensiones se diluyen, recubiertas de un inmóvil manto blanco que recuerda a la nieve. Aunque nada tienen que ver con el paisaje idílico relatado, que remite a la más cálida infancia, sino, más bien, con una serie de estructuras inorgánicas, claustrofóbicas, que interactúan con las huellas y resonantes silencios de los entornos urbanos. Diferentes, estos últimos, de las escenas capturadas por Terra Kitoko en su (La)Fureur de Vivre, (2021), mezcla de retrato introspectivo de una voz exhausta y de diario recopilatorio de los paisajes testigos de sus viajes. Una oda de repeticiones inconclusas a la congoja de vivir y los entornos por los que se discurre, así como una reflexión sobre lo analógico y digital.
Por último, Enar de Dios Rodríguez, con Liquid ground (2021), se anima a explorar la ubicuidad de los fondos marinos, líquidos en un sentido físico pero sobre todo simbólico. Líquidos por desconocidos, por inmanentes, por cambiantes, por lejanos, pero también por maleables, consumibles, arrasados. Combinando material de archivo como diapositivas o litografías con exploraciones más recientes del digital, la artista propone un acercamiento a esta nueva extensión del neocolonialismo, en la que la explotación de las costas se ha expandido hasta enturbiar los inexplorados fondos marinos, hasta la fecha tan solo testigos de la irremediable y silente abstracción del mar.
Texto: Luis Cemillán