LO APARENTEMENTE ABSURDO (COTIDIANO)
En un momento como el actual, las realidades sólidas (Bauman, 2011) de nuestros abuelos ya no existen (ej: trabajo fijo, el matrimonio para toda la vida, las grandes fábricas que iban a durar como las catedrales, etc.). La preocupación de nuestra vida social e individual ha dado un giro vertiginoso y consiste en prevenir que las cosas se queden fijas, que sean tan sólidas que no puedan cambiar en el futuro. La quimera de las soluciones para siempre ya no convence a nadie.
¿Pero acaso la apertura total al cambio es el camino? ¿Es un ideal estar siempre listo para cambiar sin compromiso con nada ni nadie? Ser totalmente flexible a las necesidades del mercado no permite columnas vertebrales donde sostener valores no económicos y nos sitúa en un contexto totalmente inhóspito, en el que aparentemente somos más libres que nunca antes y a la vez más impotentes que en ningún otro momento de la historia, sin agentes, ni instituciones colectivas capaces de frenar el capricho del dinero (Barranco, 2017).
En un contexto así, la posibilidad de un cambio centrado en los valores humanos podría venir de acciones situadas fuera de contextos productivos, alejadas de las imposiciones de la tecnología, de la globalización y de las mismas modas. Este polo de experimentación llevado al extremo podría llevarnos a la evasión. Es por esto que incluir en la situación de ensayo objetos del contexto ayuda a representar parte de esta “realidad” cultural. Según esta idea, el análisis de nuestra relación con los objetos, descubriría espacios simbólicos donde pensar (con otros), donde reconsiderar nuestras respuestas e inventar otras nuevas; podría ser el espacio transicional donde el encuentro con uno mismo y con otros fuera posible; un espacio donde el compromiso con estos encuentros permitiera sobrevivir a la cultura del consumo.
Bajo este telón de fondo filosófico-político, se mostrará una selección de piezas de videoarte que nos permite la experimentación con diferentes aspectos del proceso de cambio. Estas son las propuestas de cada uno de los artistas:
1. Annegien Van Doom nos enfrenta a la acción de vaciar (“Domestic Science”). A través de estas acciones, los objetos cotidianos en movimiento transforman su uso en otro no convencional; de este modo, lo aparentemente trivial se convierte en un escenario épico, donde el artista con la magia del humor hace posible lo aparentemente imposible.
2. La acción de tirar y destruir (de Luís Úrculo en “Ensayo sobre la ruina”) nos enfrenta al desplome de composiciones de objetos con formas neoclásicas. El autor juega con los objetos, pero la confrontación con el concepto de caída inevitable nos aleja de la sensación lúdica.
3. La acción extrañamente complicada de “El camino más largo” (Alejandro Ramirez), presenta paisajes cotidianos que se transforman con la acción misma en paisajes fantásticos inusuales donde parece que soñar despierto es posible y a la vez difícil (sin tocar suelo). Parece un reclamo del sentido común y de las acciones posadas en la tierra.
4. El cuerpo (sus posiciones, sus movimientos, acompañado de la expresión facial) aparece en última instancia como pantalla reflectante de los mandatos externos (“Instrucciones 1+” de Paula Abalos), influido por contextos socio-familiares aparentemente ausentes. La libertad de las respuestas motrices parece mayor de lo que transmiten las instrucciones del emisor.
Cada una de estas piezas convierte lo material en el protagonista en un escenario de experimentación con lo invisible y parece invitarnos al cuestionamiento de lo aparente, de lo que “es así porque siempre fue así”.
Desde esta perspectiva, el espacio público de un sala de exposiciones se convierte en un lugar de encuentro de fantasías particulares, donde lo menos valorado socialmente puede ser la propuesta más preciada en la búsqueda de un espacio de libertad y escucha. Estas obras quizás no consigan cambiar las grandes estructuras políticas y económicas, pero ofrecen alternativas a la relación con los contextos más próximos.
Texto: María Jáñez