La exposición es un diálogo entre dos artistas, quizá dos poetas con dos piezas independientes que comparten el mismo espacio, Spolia Haus, quizá sin saberlo están saqueando un nuevo espacio en el centro de Madrid.
Dos obras que nos hablan de la memoria, de respirar, de entrar y salir, de la vida y la muerte.
Comenzamos con la obra La Carencia, de Analía Villanueva. En esta instalación, la temporalidad, la efímera y la desintegración se manifiestan a través de una serie de diapositivas que capturan momentos felices: vacaciones, cumpleaños, reuniones familiares, paisajes. Sin embargo, estas imágenes no pertenecen a ningún álbum familiar conocido, sino que son material encontrado, anónimo. Se invita al espectador a recorrer la obra, proyectándose al mismo tiempo en esas imágenes desconocidas pero íntimas.
La obra plantea una ruptura cuando estas imágenes, estáticas como recuerdos inmaculados, comienzan a desvanecerse orgánicamente ante los ojos del espectador. Este proceso irreversible de destrucción convierte al espectador en testigo de un recuerdo que nunca volverá a existir en esa forma. Como menciona González Requena, «La distancia como elemento constitutivo del espectáculo se nos revela como huella de una carencia… el espectador experimenta esta destrucción en persona».
Las diapositivas recubiertas de plástico, asociadas a la imperturbabilidad del tiempo, revelan el lugar del olvido, planteando así una reflexión sobre la fragilidad de la memoria y la constancia. La falta nos lleva a cuestionar la posibilidad de reducir el tiempo y la memoria a una imagen estática, abriendo un diálogo sobre la imposibilidad de congelar el paso del tiempo.
Por otro lado, tenemos la obra Apnea, de Antone Rodríguez Berastegui. En esta instalación de cine expandido, la figura del nadador emerge como intermediario entre lo visible y lo oculto. El ballet mecánico de la carga automática del proyector da consistencia a la imagen del nadador que recupera el aliento, sumergiéndose una y otra vez en el espacio fílmico que separa la visión de la ceguera. En este bucle sin costura, Apnea nos invita a reflexionar sobre la relación entre la percepción y la realidad, explorando los límites de lo visible y lo invisible en el contexto del cine expandido.
Al confrontar estas dos obras en este espacio industrial, que a su vez contiene la memoria de Madrid, de un oficio ya desaparecido, de paredes que en sí mismas nos hablan, se establece un diálogo entre la fragilidad de la memoria y la exploración de los límites de la percepción. Cada obra nos invita a reflexionar sobre la naturaleza efímera de la vida y el inevitable paso del tiempo, explorando la belleza y la complejidad de lo que nos rodea.
Texto: Mario Gutiérrez Cru


