En un tiempo marcado por fracturas sociales, transformaciones tecnológicas aceleradas y un urgente deseo de reparación histórica, esta muestra reúne cuatro obras que, desde distintos lenguajes y medios, proponen una relectura radical del pasado y del presente. A través de intervenciones poéticas, políticas y tecnológicas, las piezas invitan a reconsiderar quiénes narran la historia, cómo se construyen nuestras identidades y qué tipo de memorias decidimos preservar.
Claudia Larcher, en La IA y el arte de la reinterpretación histórica: cómo superar las brechas de género, utiliza la inteligencia artificial no como una herramienta de futuro distópico, sino como un dispositivo crítico de reescritura. Al reemplazar a figuras históricas masculinas por cuerpos de personas FLINTA*, su proyecto subvierte la lógica del archivo tradicional para construir contraarchivos que visibilizan ausencias estructurales en la historia del arte y la ciencia. En este gesto, la artista nos confronta con las posibilidades y peligros de la IA: ¿puede corregir las exclusiones sin repetirlas?
El documental Avísame cuando llegues a casa de Juan Diego Pérez de la Cruz desplaza la mirada hacia la migración como territorio emocional y político. A través de una narrativa híbrida que entrelaza testimonio, performance y poesía visual, la obra aborda la memoria del exilio y la construcción de identidad en un entorno ajeno. El cuerpo migrante emerge aquí como un archivo vivo, en permanente reescritura, donde lo íntimo se entrelaza con lo colectivo, y la pregunta por el hogar se transforma en una búsqueda infinita.
SELFIE-STEEM de Eva Salas reflexiona sobre las imposiciones contemporáneas de belleza y su impacto en la identidad femenina. A través de una intervención lúdica y crítica sobre fotografías antiguas de mujeres —alteradas con filtros digitales y proyectadas mediante una linterna mágica—, la artista pone en tensión el deseo de perfección con la historia de la representación femenina. Esta instalación, acompañada de consejos de belleza sacados de YouTube, desvela el carácter absurdo y violento de las expectativas sociales impuestas a los cuerpos, especialmente los de las mujeres jóvenes.
Los 73 siglos expandido de Gabriel González lleva al límite la materialidad del cine analógico para conectar con una temporalidad ancestral. Filmada en la Patagonia y presentada como experiencia expandida, la obra evoca las huellas milenarias dejadas por quienes habitaron el sur del continente. Esta pieza nos interpela: ¿cuáles son las marcas que dejaremos para el futuro? ¿Cómo puede el cine, en su forma más táctil y precaria, inscribir nuevas narrativas frente a la fugacidad digital?
En conjunto, estas obras no solo denuncian ausencias, heridas o distorsiones históricas, sino que activan nuevas formas de presencia y relato. Los artistas nos invitan a imaginar un archivo futuro más diverso, justo y sensible. Un archivo donde la historia ya no se escriba en singular, sino en múltiples voces, cuerpos y temporalidades.
Texto Rebeca M Urizar