Tomar las calles

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Tomar las calles

«A veces, hacer algo poético puede devenir en político
y a veces algo político puede convertirse en poesía» Francis Alÿs

La muestra nos presenta 7 obras de imagen en movimiento que usando proyectores, monitores de tubo y pantallas actuales nos hablan de un mundo que está en constante cambio, que usando el cuerpo como agente accionador de la historia, modifican su entorno, ya sea para destruirlo, erosionarlo, modificarlo, o construir uno nuevo. Los artistas, como ciudadanos de los espacios que habitan, tienen el poder de hablar quizás con más libertad de problemas sociales, políticos, ambientales, sexuales que les atañen. Este conjunto de artistas nos cuestiona lo establecido, nos plantean cuáles son sus límites, que fronteras nos han dicho que no se pueden pasar o qué símbolos representan nuestro rol en la sociedad por nuestro género, situación geográfica, económica o personal. La exposición no es tanto un recorrido por una época, ni un recorrido guiado, sino más bien una deriva por varias piezas que pretenden hacernos reflexionar sobre diferentes problemáticas y no tanto una serie de actos que nos llevan a un fin determinado y seguro.

La artista vasca Itziar Okariz nos expone en su obra Mear en espacios públicos o privados los convencionalismos de la feminidad y lo que como mujeres no está permitido y en cambio en roles de hombres es la normalidad. En este caso se apropia de espacios públicos de ciudades y se empodera simplemente abriéndose de piernas y ejerciendo el derecho a miccionar, como lo haría cualquier varón en cualquier sociedad. Un acto que antaño era casi normal en diferentes pueblos y sociedades, pero que la supuesta educación nos ha puesto en tela de juicio. Acciones de guerrilla que nos hablan incluso de educación tras generacional, ejerciendo la acción con su propia hija, que vestida de negro como ella mean en plena calle de una ciudad estadounidense.

El artista Andrés Denegri nos plantea la repetición de las manifestaciones en las calles de su país: Argentina. Todas las semanas hay representaciones por situaciones varias, camioneros, obreros o sociedad en general que salen a la calle para protestar por cualquier problemática. Este comisariado toma prestado el título de su obra Tomar las calles para hablarnos de cómo éstas nos pertenecen y nosotros a ellas. Denegri dispara su cámara de Super8 con fotos sueltas de personas, banderas, colores, creando entre todas esas imágenes tomadas en varios años, una continuidad de personas, espacios y acciones. Una sociedad que sale a la calle a criticar un sistema.

Las calles se pueden tomar de muchas maneras, y más después de actos que hacen cambiar a una sociedad, ya sea la primera persona de color que se sentó en un autobús de blancos, o la persona que con unas simples bolsas de plástico se enfrentó a una fila de tanques, o se prendieron fuego para reivindicar una visibilidad de una guerra a la que nadie quiere mirar. En este caso la artista estadounidense Anna Gimein nos presenta de manera fria, y nada visceral, el dolor, caos y revueltas que hubo en todo el mundo tras el asesinato de Garrett Foster por parte de la policía. Retransmitido por todas las redes sociales, hubo un levantamiento que sirvió para decir basta a una costumbre más que habitual, detener a personas racializadas solo por serlo y ejercer sobre ellas muchas más barbaridades que harían a un blanco cualquiera. Escrito en el muro sutilmente nos habla de hechos, relaciones de poder sin tener que mostrarnos nada de lo que ya conocemos y quizás hasta estemos hartos de ver.

También sin necesidad de mostrar nada de violencia explícita, Eugenio Merino / INDECLINE nos plantea un partido de fútbol entre personas de diferentes géneros de barriadas. Casi nos lleva a la acción deseada por todos en algún momento de nuestras vidas: patear la cabeza de nuestro jefe, o en este caso, del presidente de gobierno. Esta acción que ha realizado con diferentes grupos sociales, en diferentes países, permite que el deporte una a un grupo de personas para patear a Trump, o en el caso de Freedom kick: Brazil a Bolsonaro, el expresidente de Brasil.

Otras maneras de acabar con el enemigo son a veces más violentas y viscerales. El enemigo no siempre es nuestro jefe, o el gobierno, también puede ser un sistema político, económico o el propio mercado. Es el caso de Fernando Llanos, el artista mexicano documenta en Un soldado en cada hijo como un grupo de habitantes de una zona del interior queman un camión de Coca Cola, símbolo del capitalismo más salvaje, tras unas promesas incumplidas por sus gobernantes. La pieza toma como icono la puerta de este camión y se retroproyecta en la propia ventana la acción acontecida. Quemar como acto donde decir que no es por ahí por donde debe seguir.

Hay otras maneras de apropiarse de un espacio o en este caso de una tierra. En el caso de Regina José Galindo, la artista nos habla con Tierra de las matanzas de personas que hubo en su Guatemala y de cómo éstas eran lanzadas a fosas comunes vivas. Y las que no morían al caer, eran aplastadas por la pala del tractor que excava la tierra. Ella, como en casi todas las acciones de la artista, se pone en la piel de las víctimas y con su cuerpo se enfrenta a la máquina, al sistema de poder, a la sociedad, planteando que un simple cuerpo desnudo, erguido, es mucho más potente que muchos cuerpos con miedo. Que una sola persona puede representar una fuerza común de todos.

La pieza «ORDER» del colectivo Democracia nos plantea otras maneras de apoderarse de un espacio, tanto público como privado para crear un nuevo orden mundial, o puede que éste ya se hizo y no somos más que peones en un mundo que no nos pertenece y del que solo somos utilizados. El colectivo Democracia en tu tríptico operístico ORDER nos habla de las personas que pueden cambiar el mundo. Desde Houston, en el primer acto donde se simboliza el corazón del imperio, la sede histórica del conservadurismo americano. A Dublín, donde se celebra el segundo acto como una oda al consumo, con un coro de niños en la ciudad donde están las sedes de empresas como Apple o Amazon. Al tercer acto en Londres, donde personas con mucho poder político y económico (oleoductos, minerales) son cuestionados, así como el propio discurso hegemónico, tanto del sistema, las costumbres o historia, mediante una exquisitez estética que combina limusinas, panteras negras, niños monos, ricos, pobres y personas con ganas de otro mundo donde habitar.

Texto: Mario Gutiérrez Cru

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