La muestra Canciones para una revolución está inspirada en el mítico documental anti-franquista Canciones para después de una guerra en la que Basilio Martín Patino se jugaba su vida poniendo imágenes y sonido en y a una España donde la libertad se debatía con la constante censura. Con PROYECTOR no pretendemos jugarnos nada, pues tampoco tenemos nada que perder. Hoy en día hay una doble censura: la que recae sobre el individuo por expresarse en las redes y la que indirectamente se sufre a través del silencio administrativo acomodado.
Creemos que a pesar de la pasividad aplastante ante el descrédito de la clase política y del propio sistema económico, debemos encontrar en nosotros mismos nuevas formas de enfrentarnos a nuestro tiempo.
Nosotros queremos ofrecer pequeñas píldoras, unas somníferas otras revulsivas, que invitan, cada una a su modo, a posicionarnos, a levantarnos, a reaccionar.
Hemos escogido 10 piezas, que desde la poesía, la ironía o la metáfora, nos acercan a las revoluciones y al sentimiento revolucionario con la sutileza de la reflexión abierta y profunda.
La muestra abre con el intento de Rubén Martín de Lucas de conquistar pequeños trozos de hielo, en su obra Icebergs Nations, hielo que desaparecerá en horas o días. Efímeras y en jaque ante la propia acción, el concepto de nación, la bandera y la patria se diluyen bajo la frialdad con la que la razón disuelve las ideas.
Para repensar la historia de España, para reencontrarnos con nuestro pasado y no olvidarlo, está la obra Lo que no puede ser visto debe ser mostrado, de la artista María Ruido, narrada a través de imágenes de distintas películas, algunas extraídas del mismo No-do.
Pasado y presente, jabón y participación ciudadana. Quizás un pequeño homenaje de Jaume Pitarch, en su pieza Jabón de Alepo a todos los desplazados, y sobretodo a los más recientes. Mucho desgaste, guerras fratricidas, destrucciones… pero sólo el compañerismo, sólo el poder de todos puede hacer cambiar las cosas y a la vez puede hacer que lo más básico desaparezca poco a poco.
Mucho más directa, la obra Apátrida por voluntad propia de Núria Güell, pone en tela de juicio el poder establecido. Al igual que Rubén, habla del concepto de patria negando su pertenencia a ese grupo, y ejecuta su derecho a expatriarse, acción que, como la propia palabra, no es aceptada por los valores establecidos.
Toda revolución tiene que tener un himno que la sostenga, que sirva para dar una estructura de fuerza, de poder. En ¡Patria, victoria, honor! de Fernando Baena, el artista nos presenta un caracol con su ritmo lento y constante como símbolo de una lucha bajo el ritmo marcial del dueto Suoni la tromba que Vicenzo Bellini.
Además para crear una revolución es necesario romper con lo anterior, es necesario que el presente se convierta en pasado, que sufra la metamorfosis de un cambio provocado por nosotros mismos, quemándolo hasta su conversión a ceniza, enfrentándonos a las consecuencias del futuro que hemos activado. Así, Olga Diego en la pieza Fuego en la cabeza, se quema el cabello travestido en su alter ego femenino.
Pero lo bonito de las revoluciones es que dejan estribillos, ascuas y estas siempre pueden prender de nuevo, casi de modo silencioso, casi sin avisar. Como es el caso de Sweet Dreams are made of this del artista Carlos Aires. Nos presenta la sofisticación del palacio para hablar mediante un tango de la Ley Mordaza, de personajes barriobajeros que ataviados de hábito de antidisturbios bailan Eurythmic.
Se pueden hacer revoluciones simbólicas, momentáneas, como escapes de la realidad cotidiana, revoluciones desde nuestro propio hogar, usando nuestra cotidianidad para enfrentarse a lo establecido como nos invita Mateo Maté con sus nacionalismos domésticos.
Como una excavación arqueológica se puede ver también la obra de Bárbara Fluxá Proyecto Coche: excavando el final del siglo XX (2006-2009), en la que a través del rescate de un objeto cultural y motor económico clave del desarrollismo industrial de los 70´s, un coche Seat 127, se expone como símbolo de la decadencia de un sistema que se estanca, del corroído entramado social que invade impasible nuestro espacio, como estampa oxidada que refleja el cambio de paradigma de la la segunda la tercera revolución industrial y tecnológica, y de los movimientos sociales que acontecieron en la época, en especial en las luchas obreras de los 80´s.
Sergio Cáceres nos presenta un monitor de tubo catódico a modo de discurso canónico, de Gran Hermano controlador y omnipresente. Por otra parte vemos, o más bien percibimos, que hay otros discursos, pero que la censura no nos permite acceder a los mismos al encontrarse escondidos tras las puertas que impiden el paso al ciudadano de a pie. “Verbo”, como ha querido titular el artista esta pieza creada exprofeso para esta sala, nos llena de inquietud, de deseo por descubrir, por conocer, nos invaden las ganas de abrir puertas y ventanas.Situaos donde creáis, impasibles, golpeados, irónicos, políticos, conmemoradores, atacantes o quemados, pero nunca dejéis de luchar.
Comisario: Mario Gutiérrez Cru
ARTISTAS
Fernando Baena, Olga Diego, Mateo Maté, Carlos Aires, María Ruido, Rubén Martín de Lucas, Jaume Pitarch, Núria Güell, Bárbara Fluxá y Sergio Cáceres. Invitados para esta edición Katherinne Fiedler y Diego Lama.
ENCUENTROS DE ARTISTAS
04.03.2021. 22h (España). Fernando Baena, Núria Güell, Carlos Aires y Mateo Maté.
11.04.2021. 22h (España). Rubén Martín de Lucas, Sergio Cáceres, Katherine Fiedler y Diego Lama
TALLER VIDEOARTE POLÍTICO
23-25.03.2021. Impartido por Mario Gutiérrez Cru