La Nave Imaginable
D-sapar-c-r
19-22.09.2024
Inauguración: 22.09.2024. 13h
Artistas: Jarek Lustych (pol), Marta Iranzo (esp) y Vera Sebert (ale)
“Insects are evil thoughts thought of by selfish men
It nearly drives me crazy”
Ocean, Lou Reed
A veces hay que saber esperar el momento indicado. Afinar los sentidos. Si nos concentramos lo suficiente podemos escuchar los sonidos que se desprenden. Ver entre las sombras y la oscuridad. Sentir el parpadeo de un insecto, o vislumbrar la isla que desaparece, que se mueve a una nueva dirección.
Mirás a un punto fijo durante el mayor tiempo posible, concentrándote en no parpadear, y todo lo demás comienza a desaparecer. Todos tus sentidos se focalizan. Lo demás se vuelve vacío. Como cuando ves la pantalla del cine y sentís que el auditorio y los demás espectadores desaparecen.
Hay varias formas de desaparecer. Podés desaparecer como los insectos que pasan desapercibidos, que son omitidos. El sujeto tácito, los detalles. Están ahí pero no los vemos, se camuflan con el ambiente. Ellos pueden vernos, pero nosotros a ellos no. Pasa constantemente, cosas que se escapan a nuestros sentidos. De golpe alguien te menciona la cantidad de espejos rotos que hay tirados en la calle y empezás a verlos por todos lados.
Nunca les habías prestado atención. Como aquellos insectos que completan la habitación.
Si de golpe todos desaparecieran tardarías en saber qué falta, pero notarías al instante su ausencia.
Podés desaparecer como desaparece la isla en el momento en que la buscás. En este caso no sabés con seguridad si son tus ojos, un espejismo, o si es la isla la que se mueve, la que va a la deriva. Sabés que las islas no desaparecen, que están fijas, pero aún así no está. Es curioso escribir sobre islas imaginables para La Nave Imaginable. Quizás es más fácil de lo que aparenta: si todo es ficción, todo es imaginado. La isla se vuelve parte de la nave.
Otra forma es desaparecer físicamente. Hace unas semanas visitamos Finisterre, en búsqueda del Gran Sol y el sitio donde encontraron el velero a la deriva de Bas Jan Ader.
Bas también desapareció, nunca nadie volvió a saber de él, y hoy en día lo dan por muerto.
Su velero sufrió la misma suerte. Aunque lo habían dejado en custodia policial en un puerto de A Coruña, desapareció de un día para el otro, como por arte de magia. Es fácil desaparecer en el mar y no faltan ejemplos sobre esto. Aquella masa infinita y oscura, que se extiende más allá del horizonte.
Hay quienes dicen que no morimos, que no terminamos de desaparecer, hasta que no somos completamente olvidados por los vivos. En ese recuerdo queda nuestro fantasma, que sigue moviéndose entre las cosas. Como la persistencia retiniana mantiene vivas a las imágenes más allá de la pantalla, y le da sentido al cine. Con este acto podemos revivir constantemente, aunque sea durante uno, dos, o tres parpadeos.
Texto: Santiago Colombo Migliorero
«Insects are evil thoughts thought of by selfish men
It nearly drives me crazy»
Ocean, Lou Reed
Sometimes you have to know how to wait for the right moment. To sharpen your senses. If we concentrate hard enough we can hear the sounds that come out. See through the shadows and the darkness. Feel the flicker of an insect, or catch a glimpse of the island disappearing, moving in a new direction.
You stare at a fixed point for as long as possible, concentrating on not blinking, and everything else begins to disappear. All your senses become focused. Everything else becomes empty. Like when you look at the screen in the cinema and you feel that the auditorium and the other spectators disappear.
There are several ways to disappear. You can disappear like insects that go unnoticed, that are omitted. The unspoken subject, the details. They are there but we don’t see them, they are camouflaged by the environment. They can see us, but we can’t see them. It happens all the time, things that escape our senses. Suddenly someone mentions to you how many broken mirrors are lying in the street and you start to see them everywhere.
You had never paid attention to them before. Like those insects that fill the room.
If all at once they all disappeared it would take you a while to know what was missing, but you would instantly notice their absence.
You can disappear as the island disappears the moment you look for it. In this case you don’t know for sure if it’s your eyes, a mirage, or if it’s the island that moves, that drifts. You know that islands don’t disappear, that they are fixed, but still it’s not there. It is curious to write about imaginary islands for La Nave Imaginable. Perhaps it is easier easier than it looks: if everything is fiction, everything is imagined. The island becomes part of the ship.
Another way is to disappear physically. A few weeks ago we visited Finisterre, in search of the Great Sun and the site where Bas Jan Ader’s drifting sailboat was found.
Bas also disappeared, no one ever heard from him again, and today he is presumed dead.
His sailboat suffered the same fate. Although it had been left in police custody in a port in A Coruña, it disappeared from one day to the next, as if by magic. It is easy to disappear at sea and there is no shortage of examples of this. That infinite, dark mass, which extends beyond the horizon.
There are those who say that we don’t die, that we don’t finish disappearing, until we are completely forgotten by the living. In that memory remains our ghost, which continues to move among things. Just as retinal persistence keeps images alive beyond the screen, and gives meaning to cinema. With this act we can relive constantly, even if only for one, two, or three blinks.