12.09.2021. 12:30h. Extensión AVAM

12.09.2021. 12:30h. Extensión AVAM

Del silencio de los cuerpos

Artistas: Juan-Ramón Barbancho (esp) y Shahar Marcus (isr)

Los conflictos armados y procesos de violencia política han y siguen produciendo multitud de daños contabilizados, en su vertiente más feroz, por la gran cantidad de víctimas y cuerpos deshumanizados que arrojan, despojados de toda identidad. No obstante, a estos cuerpos mutilados y masacrados se les suma otro tipo de episodios, quizás no tan fáciles de detectar: las desapariciones, ausencias, vacíos e historias deliberadamente anuladas. Y es que toda violencia, en último término, se sustenta sobre la base del miedo, la dominación y el borrado de la historia.

En este sentido, la ausencia de los cuerpos supone una doble dimensión. En primer lugar, anula una práctica de duelo. Son muchas las sociedades que, aunque con distintos significados y bajo diferentes preceptos, necesitan velar la fisicidad del cuerpo al que le acompaña el entierro. Es la corporeidad del acto, la presencia de ciertos objetos, lo que parece salva a los fallecidos y deja en un lugar tranquilo a los que lloran. Por ello, la ausencia del cuerpo supone el duelo incompleto. En segundo lugar, esa otra dimensión que nos habla de las desapariciones tiene que ver con la eliminación del archivo de la historia. Si la presencia de cuerpos físicos supone la evidencia hecha documento de las consecuencias de la violencia política, las desapariciones forzosas responden a un intento de propiciar un olvido e invisibilizar la causa que las produjo. Frente a esta doble dimensión, se hacen necesarias las prácticas de restitución de la memoria. Prácticas entre las que se encuentran tanto las políticas de índole institucional como la historia oral o las piezas de arte, mediante las que se pueda ocupar simbólicamente el vacío y evidenciar los silencios estructurales que lo rodearon.

Las obras exhibidas en Extensión Avam se articulan en torno a estos temas. La cámara de Shahar Marcus, en su pieza Dig (2019), tiembla mientras graba en detalle las manos de un grupo de hombres que tratan de excavar entre los escombros de un edificio. Las manos movidas por una nerviosa desesperación se acompañan de unas voces, también vacilantes, que retiran poco a poco los escombros, quizás esperando encontrar algo, quizás precisamente esperando no hacerlo. Unos escombros que parecen no cesar y hacerse cada vez más grandes y pesados. Una escena descontextualizada y sin embargo reconocida por cualquier espectador, que podría suceder en cualquier parte, allí donde las cámaras de los telediarios se acercan para grabar y después marcharse, abandonando las historias y cuerpos enterrados para siempre bajo el peso de la violencia.

Por su parte, La muerte no enterrada (2016), de Juan-Ramón Barbancho nos acerca a un contexto también cercano. Al inicio de la pieza, un hombre se hace paso con su linterna ante el amanecer de lo que parece un campo abierto. El sonido de los pájaros y la tranquilidad se asoman desde el fondo del paisaje. A medida que la figura recorre los caminos horadados en las colinas, una voz en off irrumpe sobre la imagen y realiza una lectura pausada, en la que se suceden nombres propios de personas, su edad, profesión y una fecha que, en su mayoría remite al verano de 1936. La lectura que se produce no es fortuita. Se trata, como el texto de apertura del vídeo nos hace entender, de 71 personas asesinadas y silenciadas por la represión franquista durante la guerra civil en la provincia de Córdoba; represión que, alargada durante los cuarenta años de dictadura, convertiría a España en el segundo país del mundo con más fosas comunes, aún en su mayoría sin abrir. Frente al olvido institucional, el vídeo se concibe como una herramienta en sí misma de restitución del silencio, como un ejercicio de dignificación de la memoria de las, todavía, víctimas.

Texto: Luis Cemillán Casis

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