> WILLIAM KENTRIDGE (sud)
Soho Eckstein
4 Films
1993
Colección Teresa Sapey
Iniciada en 1989, la serie de, hasta el momento, once películas de animación Drawings for Projection colocó el nombre de William Kentridge en un lugar destacado dentro del mapa del arte contemporáneo. En buena medida, la creación de estas animaciones artesanales al carboncillo corre en paralelo al progresivo desmantelamiento del apartheid –1989 era el año en que Pieter Willem Botha dimitía como primer ministro de Sudáfrica–, a la tarea difícil (y lejos de estar terminada) de construcción de una sociedad igualitaria a la que aún no se le ha borrado el rastro de las cicatrices que lleva tanto en el cuerpo como en la memoria. Kentridge se ha resistido siempre a que Drawings for Projection sea considerada una crónica o una ilustración del apartheid, aunque el paisaje de Johannesburgo –un terreno tan inestable como la memoria o como un trazo que puede ser inmediatamente borrado y transformado– proporciona el trasfondo obvio de estas piezas.
El industrial minero Soho Eckstein y el poeta Felix Teitlebaum son los dos personajes antitéticos que protagonizan la serie: quizá en la evolución gráfica que ambos vivirán a lo largo de los treinta años de producción de las películas podría esconderse un interesante misterio, un estímulo para descifrar el sentido del conjunto y entender por qué Kentridge no quiere considerar Drawings for Projection una historia del apartheid. En Johannesburg, 2nd Greatest City After Paris (1989), primer título de la serie, Eckstein es dibujado como un depredador capitalista que podría haber emergido de una pesadilla del expresionismo alemán, mientras que un Teitlebaum desnudo evoca la mirada melancólica y desencantada de un habitante de los márgenes, de un desclasado. En una escena, los dos personajes se pelean y nos hacen recordar el mítico Duelo a garrotazos de Goya. Quizá los Drawings for Projection no sean una crónica del apartheid, pero podrían estar cerca de unos Caprichos y Disparates goyescos conjugados en los particulares tiempo y espacio de la vida de Kentridge. Película a película, Eckstein y Teitlebaum se van pareciendo físicamente cada vez más –los dos personajes, de hecho, también desean a la misma mujer–, y no tarda en resultar evidente a quién acaban pareciéndose ambos: al propio William Kentridge. Así, lo que en las primeras piezas se podía interpretar como un pulso entre figuras arquetípicas y estereotipadas da paso a una tensión más compleja: Eckstein y Teitlebaum como escisiones dialécticas de una misma identidad. A veces, Kentridge ha hablado de Eckstein y Teitlebaum como de personajes similares a los de la Commedia dell’Arte, instrumentos versátiles al servicio de fines variables. En este caso, emanaciones de la subjetividad del artista que dejan claro que en los Drawings for Projection lo que domina no es el hecho histórico, sino la mirada personal de un individuo contradictorio –blanco, judío y privilegiado en un entorno que racionalizó y sistematizó las desigualdades– que ha sido atravesado por la por las crueldades del tiempo y el lugar que le ha tocado en suerte habitar.