> ANNA GIMEIN (eeeu)
Mistress
80:00
2020
…encuentro extraordinario que los jóvenes murieran allí en una guerra hace tanto tiempo,
y luego volvieran a morir en el mismo lugar tres mil años después.
Mistress es un proyecto de videoarte que parte de la lectura de una novela experimental publicada en los EEUU en 1988 (y algo más tarde en España) después de que su autor, David Markson, recibiera 54 negativas de diferentes casas editoriales. El título de la novela en español es La amante de Wittgenstein.
El proyecto se inició en 2019 con la idea de que el planteamiento de Markson merecía ser revisitado más de treinta años después de la publicación del libro y casi veinte años tras el comienzo del siglo que sigue al suyo, desde la perspectiva de “ahora”; un ahora en el que, una vez más, nos hacemos conscientes del retorno de todo lo que creímos haber comprendido, erradicado, superado.
Los pensamientos de la narradora vuelven a visitar los mismos lugares, las mismas personas y las mismas historias, remezclándolos de maneras diferentes, creando listas y listas de los grandes de la cultura: de los locos, de los que murieron en la pobreza, de las violadas, de los muertos y de los simplemente tristes; de los jóvenes que murieron en Troya hace tres mil años y luego volvieron a morir allí. Así también nosotros revisitamos el libro. Pero nuestro “ahora” ya es diferente. Al terminar el vídeo, en el ahora de la primavera de 2020 todo ha cambiado y seguirá cambiando; cambia la lectura del libro, y Mistress también cambia.
La etimología de las palabras no siempre corresponde con el uso que acaban por adquirir. La palabra “mistress” suele traducirse tomando en cuenta la acepción que se ha desarrollado en cierta época, como “querida” o “amante”, más bien ilícita y siempre en femenino, como denota el sufijo inglés. Sin embargo, la intención original de este sufijo fue crear la versión femenina de la palabra “master” – “amo”, “dueño” o “maestro”. Así, “master of the universe” se traduce como “maestro del universo”, y su versión femenina sería “mistress of the universe”. La palabra ha sido usada como título de respeto, para directoras de escuelas, profesoras o supervisoras de novicias en los conventos.
El título de la novela en inglés es Wittgenstein´s Mistress. Recordemos la frase de Markson, traducida así: “Al menos la palabra querida había pasado de moda finalmente.” Sin embargo, la usa en el título, jugando con esta dualidad, perdida en la traducción. Más allá del muy reiterado comentario sobre la imposibilidad de la existencia de una querida de Wittgenstein, el sentido se entiende mejor si ponemos el énfasis fuera del dominio de las relaciones y la sexualidad: es el de una mujer en posición de control, “dueña”, no exactamente del mundo, sino de un cierto legado de la humanidad.
La novela fue escrita en los años ochenta del siglo pasado, cuando el cambio climático o los retrocesos de los derechos humanos aun no eran tan patentes como lo son en este siglo. La “historia” comienza tras un fin del mundo, el fin de los seres vivos como los humanos, los insectos y todos los demás seres que se arrastran por la tierra. Sin embargo, este apocalipsis no nos interesa, no sabemos su porqué; nuestra historia, como la de Markson, comienza allí. Tras este fin, queda todo. Quedan los cachivaches, las máquinas, las cerillas, los cuadros y los libros. Quedan los mitos y las anécdotas, en la cabeza de la única criatura viva, una mujer de cierta e incierta edad, donde conviven con el dolor de antaño y el cierto humor de su aquí y ahora. Ella es la dueña del universo, “nombrada curadora del mundo entero”.
Es posible que fuera de su cabeza, el mundo y la humanidad continúen afanándose como siempre, que el apocalipsis sea solo su locura. Hace solo unos meses, pensé, sin embargo, que poco importa. Mistress sigue adelante – o, si se prefiere, simplemente permanece – conviviendo con el mundo de los recuerdos como el de cualquiera de nosotros, en el que los amores y desamores, las peripecias del pasado personal conviven en el mismo plano que los de Spinoza, Clitemnestra o Rembrandt, de Medea o Electra, de Artemisia Gentileschi o Jeanne Hébuterne. En el único mundo humano que tiene, Maupassant rema como a veces rema ella, y cuando se pone bragas, por el único motivo de la dureza de la silla en la que se sienta, se acuerda de las sillas que necesitaba Pascal a ambos lados de la suya, para no caer al vacío… La protagonista es dueña de su mundo –de nuestro mundo o de lo que queda de él– de la misma manera que cualquiera de nosotros. Sola como lo estamos cualquiera, literal o anímicamente, come, se baña o se da placer, observa el paso del tiempo en sí misma y en lo que la rodea conviviendo con lo que queda de su civilización, que vuelve a existir solo porque ella existe.
En el desarrollo de la novela, hay otra dualidad, la de la locura y del “fin del mundo”. En la progresión de la comprensión del lector de la locura de la narradora, el equilibrio cambia, en una marcha de la locura pasada y pasajera de la que habla desde las primeras páginas, en las que aun pesa la posibilidad de un extraño fin de la vida en el planeta, hacia la locura presente, más permanente de la misma narradora. En el vídeo, ese cambio de equilibrio no existe, la locura tiene el mismo peso que el posible fin de la vida acontecido, y ambos son ligeros. Pero en la primavera del 2020, incluso en la lectura de la novela de Markson, el equilibrio ha cambiado: ahora vislumbramos el fin de la vida como una posibilidad mucho menos remota. Esta primavera, Mistress vuelve a estar cuerda.
Proyecto realizado gracias al programa de las Ayudas a la Creación de Artes Visuales de la Comunidad de Madrid
Dirección Anna Gimein
Mistress Anna Gimein
Cámara Fernando Baena, Anna Gimein
Música original Stanley Babin
Ambientes sonoros Francisco López
Edición imágen Fernando Baena, Anna Gimein
Posproducción imagen Fernando Baena
Diseño de sonido Juan Carlos Blancas, Anna Gimein
Mezcla sonido Juan Carlos Blancas
Composición adicional/arreglos Coeval
…I find it extraordinary that young men died there in a war that long ago,
and then died in the same place three thousand years after that.
Mistress is a video art project that began with the reading of Wittgenstein’s Mistress, an experimental novel published in the US in 1988 (and somewhat later in Spain) after its author, David Markson, received 54 rejections from different publishers.
Work on the project began in 2019 with the idea that thirty years after publication and almost twenty years into the start of the next century was a good time to revisit Markson’s book from the perspective of “now”; a now in which we are again aware of the return of everything we believed to have been understood, eradicated, overcome.
The narrator’s thoughts revisit the same places, people and stories time and again, remixing them in different ways, creating different of lists of the great figures of culture: those who went mad, those who died destitute, the raped, the dead, or the simply very sad; of the young men who died in Troy more than three thousand years ago and then died in the same place again. And thus we, too, return to the book. But our “now” is now different. Upon finishing the video, in the now of the spring of 2020, everything has changed, and will continue changing; the reading of the book is different, and Mistress, too, is different.
The etymology of words not always corresponds with the use they end up acquiring. Think of Markson’s phrase, “At least the word mistress had finally gone out of style .” Yet he uses it in the title. We are all free to look up the meanings in the dictionary of our choice, going beyond the repetitive comment of the impossibility of Wittgenstein having had a mistress. In translations, the word ends up being the equivalent of “lover”, losing the duality of meaning. Losing the other, the important sense of Markson’s title, which is better understood placing the emphasis outside the realm of relationships and sexuality: that of a woman in position of control. Mistress is not in control of the world, but of a certain legacy of humanity, of which she is the only living heir.
The novel was written in the eighties of the past century, when things like climate change and the regression of human rights were not yet as obvious as they are in the twenty-first century. The “story” begins after the end of the world, the end of all living beings –humans, insects, and any creature that once crawled upon the earth. Yet this apocalypse is of no interest to us, we do not know its reason; our “story”, Markson’s story, begins at that point. After the end, everything remains: the knickknacks, the machines, the matches, the paintings and the books. The myths and anecdotes – these latter remain in the head of the only creature alive, a woman of a certain and uncertain age, which they inhabit together with past pain and a certain humor of her here and now. She is the mistress of the universe, “appointed the curator of all the world”.
It is possible that outside her head, the world and humanity continue to go about their business as ever, that the apocalypse is only her own madness. Only a few months ago, I thought that it matters little: like all of us, Mistress continues on –or, if you prefer, simply remains– living in the world of recollections, in which the loves and the heartbreaks, the vicissitudes of a personal past, coexist on the same plane as those of Spinoza, Clytemnestra or Rembrandt, Medea or Electra, Artemisia Gentileschi or Jeanne Hébuterne. In the only human world she still possesses, Maupassant rows, as does she at times, and when she puts on underpants for the sole reason of the hardness of the chair on which she sits, she recalls that Pascal refused to sit on a chair without an additional chair at either side, so as not to fall into space… Mistress is the proprietor of her world –of our world or what remains of it– just as we are. Alone like any of us, literally or emotionally, she eats, bathes or gives herself pleasure, observes the passage of time in herself and in her surroundings, living with what remains of her civilization, which exists –still, again– only because she exists.
There is a second duality in the development of the novel: that of madness versus “the end of the world”. As we make our progress through Wittgenstein’s Mistress, there is change of balance: we move from the passing and past madness of which she speaks in the first pages, in which the probability of a strange end of life on the planet holds weight, to the narrator’s present, more permanent madness. Not so in Mistress, where this change of balance does not exist; madness holds the same weight as the probability of the end of life, and both are light. But in the spring of 2020, the equilibrium has changed even in the reading of the Markson’s novel: we now glimpse the end of life as a possibility that is much less remote. This spring, Mistress is sane again.
The Mistress project was made posible by a grant from the regional government of Madrid, Ayudas a la Creación de Artes Visuales de la Comunidad de Madrid.
«Mistress» was made possible by a grant from the regional government of Madrid, Ayudas a la Creación de Artes Visuales de la Comunidad de Madrid.