Un nudo que también es una estrella

Un nudo que también es una estrella es una instalación de cine expandido, un acto visual en tiempo real donde la luz se convierte en superficie y los objetos en intérpretes. Un ritual óptico que no busca mostrar, sino convocar.

A partir de un archivo de diapositivas tomadas en Querétaro, México, durante los años 60 por el fotógrafo amateur Federico Lozada, esta pieza propone una deriva sensorial: la luz del proyector atraviesa objetos en rotación constante, desdibujando las imágenes y abriendo umbrales de lectura hacia una narrativa que no busca claridad, sino reverberación.

La imagen se vuelve cuerpo espectral, distorsión, residuo vibrante. El sonido, proveniente de una versión modificada del soundtrack de Shutter (Bangjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom), opera como médium emocional, sosteniendo un estado de trance que conecta al espectador con una nostalgia que no le pertenece y sin embargo lo arrastra como si recordara algo que nunca vivió.

Aquí, recordar no es mirar atrás, sino abrir grietas en el tiempo. Como sugiere Derrida en Los espectros de Marx, para que algo del futuro emerja, es necesario trabajar el duelo: construir un dique desde donde los fantasmas del pasado se filtren, no como réplicas fijas, sino como presencias móviles.

Un nudo que también es una estrella no es solo una imagen intervenida: es un campo vibrante donde el archivo respira, el reflejo se multiplica, y la luz—al atravesar los objetos—teje una coreografía de apariciones que apenas alcanzamos a nombrar.

Texto de Natalia Colina